Estas navidades estoy leyendo Signal Fires, El cine de Jem Cohen (Edición especial Punto de Vista, 2009), y después de leer la carta en la introducción escrita por el propio Cohen sentí que era necesario compartirlo con todos vosotros. A mi me encanto y me pareció una manera increíble de comenzar el libro. Falta algo al principio, y si alguien quiere leerselo entero, que me lo pida sin ningún problema.
(Puede parecer largo, pero no lo es jaja)
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[...] Mientras el libro volaba hacia las últimas etapas, la verdad es que seguías teniendo sentimientos encontrados. Muchos de aquellos a los que les han hecho retrospectivas conocen esa extraña sensación de estar espiando en tu propio funeral, viendo a personas decir las cosas más bonitas mientras intentan resumir la carrera del difunto. En tu caso, la vocación todavía está en plena evolución. (O como dice Vic Chesnutt en una de sus letras: "Pense que había recibido la llamada, pero aun así seguí marcando".) Y no, uno no siempre está de acuerdo con lo que se escribe sobre su trabajo. Y la gente sigue sacando el tema de la relación con Walter Benjamin, cuando tú sabes condenadamente bien que tú no eres Walter Benjamin, que apenas arañas la superficie de Benjamin, que si Benjamin fuera un edificio, serías feliz de ser una teja de un cobertizo en la parte trasera...
Pero aunque has aceptado participar en él, no es tu libro, y aunque 25 años haciendo cine es solitario te hayan convertido en cierto modo en un fanático del control, en algún momento tienes que dejar de volver locos a los editores y dejarlo marchar.
Se ha decidido que el libro se llamará Signal Fires, y no mencionas que secretamente te parece divertido por que en más de una ocasión has bromeado diciendo que algún día, tu autobiografia (que en realidad jamás escribirás), podría llamarse "¿Puedes gritar 'fuego' si el cine no está tan lleno?"
1986. Rodando en Súper 8 en Queens, Nueva York. Los viejos solares de la World's Fair albergan una desolada muestra de cohetes de la década de los 60 y un otrora monumento futurista al utópico futuro tecnológico. Un hombre surge de ninguna parte, llevando gabardina, gorra, un guante negro y otro blanco. Tú tambien llevas gorra, así que al menos tenéis eso en común. Probablemente sea un indigente; picado por la curiosidad, se acerca. Te dice que él vive "ahí fuera". Bromeáis sobre la gente que se esconde en el viejo cohete de varios cuerpos, como si fuera un piso de varias plantas. Pero no está seguro de que sea totalmente en broma. Te pregunta qué estás rodando y cuando le dices que es una especie de documental sobre las denominadas Grandes Edades del Hombre que se prodeucen simultáneamente en la ciudad de Nueva York, parece entenderlo perfectamente. Le preguntas si le gustaría aparecer en tu pelicula y cuando empiezas a rodar, camina hacia el objetivo y entonces, sin indicación alguna, empiezas a andar hacia atrás, la dirección recurrente de la propia película. Sin saberlo, acabas de filmar el final de This is a History of New York.
2003. Te paras en el exterior de un centro comercial de Nueva Jersey y con la mirada buscas a los vigilantes de seguridad. Te colocas la cámara en el regazo y haces que tu actriz (que no es actriz) salga de la camioneta con la escoba y el recogedor y empiece a barrer la acera. Esperas que nadie se de cuenta de que su uniforme no pega con el de los empleados reales del centro comercial. Justo entonces, ves a un grupo de escolares que se acercan en tropel, charlando como cotorras. Tu corazón palpita. Se meten en el plano y tú sigues rodando. Otra persona se acerca y tira perfectamente un cigarrillo antes de entrar en un tienda. Todavía no lo sabes, ni tampoco el minúsculo equipo que está esperando en la camioneta o tu falsa limpiadora, pero en ese momento estás filmando el cierre de tu largometraje CHAIN.
Escribes esto como acompañamiento de una retrospectiva y una primera recopilación de pensamientos de otros sobre tus películas. Sus contribuciones son increíblemente amables, pero ese mirar atrás resulta sobrecogedor. Contar golpes de suerte y oportunidades desaprovechadas.
Se hace duro querer mostrar hoy History of New York, en los últimos 15 años apenas lo has hecho. Es incoherente, chapucera, por momentos demasiado fantasiosa, por momentos ingenuamente oscura. Como en muchas de tus películas, quizás haya demasiada música en la banda sonora. Y tiene un aspecto más y más primitivo a medida que van pasando los años -por entonces convertias las película Súper 8 a cinta de vídeo de 3/4" y la edición era imperdonablemente lineal: reproducías en una pletina y grababas en otra. Cualquier cambio de idea o error podía significar volver a doblar todo hasta ese punto y perder toda una generación analógica. (La verdad es que rara vez lo volvias a hacer, pero aún así parece terriblemente degenerado). No es que te entusiasme la idea de desempolvar esas cintas, pero lo que alguien escribió para este mismo libro te anima a hacerlo. Esperas que la película conserve al menos algunos momentos de misterio, que siga siendo difícil de encasillar. Y tienes que admitir que la sección Wall Street/World Trade Center con sus capas de miedos, resulta espeluznante en su presciencia. Al menos esta pequeña película no da la impresión de ser una tarjeta de visita para alguien que intenta introducirse en el negocio del cine.
La cuestión es que se trataba de lo mejor que podías hacer en aquel momento, trabajar con los medios de los que disponías. Y en eso ha consistido gran parte del trabajo que has hecho desde entonces, trabajar a pequeña escala, componer algo en la zona gris que se encuentra entre los géneros existentes. A veces, esto conducía a lo que se ha descrito como cine ensayo, un paraguas que podría cubrir gran parte de tu obra. Es un mundo que simplemente tiene sentido para aquellos que necesitan aprovecharlo al máximo por sí mismo; artistas del collage y coleccionistas, que deben construir a partir de fragmentos de actualidad (que después de todo, son más baratos), directores a los que les gustan las historias en fragmentos, los retazos yuxtapuestos, que hacen trabajos no muy predispuestos a los grupos de discusión, las sesiones de pitching, el control de los financiadores o incluso la definición con claridad. Así, el trabajo siempre ha sido una incómoda mezcla de enfoques -documentales, narrativos y experimentales- algo en lo que dificilmente puedes pretender haber sido pionero y que verdaderamente se ha convertido en algo más común en los últimos años. Dicho esto, la mezcla de géneros y enfoques no es realmente la cuestión; no se trata tanto de técnicas documentales como de apertura documental; mostrarse abierto a la película a medida que se construye a sí misma desde ese mundo. Llevas esa apertura, esa libertad como una insignia honorífica y defiendes ferozmente los rincones no comerciales a los que te ha empujado, aunque dichos rincones algunas veces parezcan angostos e imposibles.
Cuando hablas con estudiantes o con pequeños grupos en festivales de cine, clamas contra la basura y la absurdidad de las grandes producciones cinematográficas. Cuando se trata del Hollywood reciente y sus perros falderos independientes, generalmente hablas totalmente en serio. Pero en el fondo, sabes que no es totalmente cierto: sabes cómo agradeces que Tarkovsky de algún modo dispusiera de los medios para hacer Andrei Rublov, y hacerlo tan grande como es. No le hubieras negado ni un solo accesorio del atrezzo, especialmente si fuera una enorme campana, o cientos, e incluso miles de extras corriendo por las estepas rusas. Y lo mismo te pasa con Cassavetes, que hacía que lloviera artificialmente al final de Husbands. Te hubiera gustado que tuviera más dinero con el que trabajar, no menos.
Y a decir verdad, ¿las películas que hiciste fueron las que idealmente pretendias hacer? Realmente no. Con más dinero, tiempo y apoyo (además de empeño y ambición) habrían sido más completas, de mayor alcance, reuniendo quizás diferentes exploraciones. Mejores, en muchas maneras. Seguramente habrías hecho más largometrajes. El tiempo dirá hacia donde te has dirigido, en qué contradices, cuestionas o incluso traicionas lo que la gente ha escrito aquí. Pero tambien sabes que esas películas que hiciste te hicieron compañía, os hiciesteis compañía aunque sólo fuera en su amor compartido por el mundo. Este mundo, el que cada uno de nosotros ve por la ventana y no el que la armada de personas que aparecen en los créditos de una película normal pueden crear como les place.
Así que sigues con esos híbridos de documentales, esos mestizajes narrativos. Para lo mejor y lo peor, siguen escapándose de tus manos, lejos del control total o definición apañada. Registros efímeros forman parte de una búsqueda paradójica en el corazón de cualquier fotografia: la búsqueda de un fantasma permanente.
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Un saludo y ¡feliz navidad! ¡Buena entrada de año!
Asier.